Ya decía el refranero castellano que marzo tiene fama de loco por ser un mes de climatología cambiante de un día para otro, e incluso en el mismo día. No es de extrañar que a las personas nos pase lo mismo, añade una boda de por medio y la locura está asegurada.
Todo es bonito al principio, sabes el tipo de boda que quieres, súper personal, diferente, aquí haré esto, aquí lo otro, ya tengo la finca, ya tengo el catering, fotógrafo, vestido, todos tienen disponibilidad! Maravilloso!
Visitas la finca, ya sea privada o especializada en bodas, hoy la visitas con otros ojos, los ojos de la ilusión. Por aquí entraré con el coche vintage al volver de la Iglesia, las flores rodearan los caminos, los árboles iluminados y la música en directo.
Navidad, desconectas. Enero, vuelta a la rutina, no tengo tiempo para pensar en mi boda ahora mismo. Llegan fallas en marzo, qué sol hace, te has atrevido a ponerte una blusa, unos vermuts con los amigos en la plaza, casi parece primavera… ¡En primavera me caso!
Aquí llega el estrés, buscas tu checklist con todo lo que quieres poner en la boda, hablas con tu novio y parece que pasados los meses ya no tenéis presupuesto para soñar tanto, igual en el camino no hacen falta tantas flores si ya hay en la ceremonia y en la comida, lloras, pero aceptas. Tu novio te sugiere que igual los zapatos tendrías que pensar en comprar otros, lo ignoras. Y piensas que igual tienes que decidir entre, dejar un regalo personalizado para cada invitado en su mesa o tener un grupo de música en el cóctel…
Llega tu primo Miguel y te dice que cuando él se caso en la finca que te vas a casar tú, la familiar, puso dos generadores y aún así hubo un apagón y se estropeó la comida y estuvieron a oscuras un rato. El pánico acaba de entrar en tu cuerpo, pero hoy tienes la prueba del menú, y quieres disfrutar del menú del 60 aniversario de los abuelos de tu novio que fue una maravilla, o eso dicen tus suegros, tú lo recuerdas vagamente. Acaba la comida y piensas que si el McDonald tuviera catering sería incluso mejor que lo acababas de comer.
Llegas a casa, encima hoy llueve, “el tiempo está loco”, dices en el ascensor a tu novio después de no haber dicho nada en toda la comida, a lo que él muy acertadamente te responde, ¿Por qué no llamas a tu wedding planner?, y llamas.
-No te preocupes de nada, está todo controlado, te voy a buscar una solución.
Y con esa tranquilidad hoy duermes a pierna suelta.

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